Como en el caso de los chats, podemos considerar que existen tres directrices elementales
que sirven de guías. Una de ellas es el conocimiento tecnológico de Internet; estamos
obligados a saber cómo funciona de manera general, desde las conexiones de ordenador
hasta el valor de los servidores, pasando por la arbitraria congestión de las líneas
telefónicas y, desde luego, considerando los diversos navegadores que hay en el mercado,
además de prestar atención a la necesidad de instruirnos, aunque sea un poco, en el
lenguaje HTML. Es muy difícil tomarse en serio a alguien que no tiene constancia de que,
echando un vistazo al código fuente de una página, hallará etiquetas tan básicas como
<head> y <body>. Estos conocimientos técnicos nos informan de nuestras posibilidades
creativas; no basta con crear una preciosa imagen y colgarla en nuestra página principal, si
no sabemos que dicha imagen podría tardar un minuto en cargarse... Y a día de hoy ésa sí
es una verdad infalible.
En segundo lugar, estamos obligados a saber trabajar. No es más difícil que eso; si trabajas
en modo código, debes dominar el HTML y, mejor aún, el HTML y otros lenguajes de uso
común en la Red. Si empleas software de tipo WYSIWYG (lo que ves es lo que obtienes, en
español), debes ser capaz de conocer las funciones de tu programa. Desde luego que
detenerse a leer las instrucciones es aburrido, y provoca lo que se conoce como “curva de
aprendizaje”, pero es la única manera de llegar a entender y desarrollar todas las
posibilidades técnicas e imaginativas que te permiten las diferentes aplicaciones del
mercado. Si usas DreamWeaver, aprende DreamWeaver; puede que conozcas FrontPage,
por ejemplo, pero eso no conduce a ninguna parte. Son programas distintos que necesitan
procesos de instrucción diversos.